Por: María Antonieta Cano / @AntonietaCano
Minerva, Patria y María Teresa aparecieron muertas el 25 de noviembre de 1960, sus cuerpos fueron destrozados por la policía secreta del dictador Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana. La muerte de las hermanas Mirabal, heroínas reconocidas por la historia como Las Mariposas, se convierte en el hecho icónico con el que América Latina conmemora el Día de la No Violencia contra la Mujer.
Trujillo les temía. Claro, ellas sembraban esperanza, eran referentes libertarias y el mal ejemplo de rebeldía podía cundir. Los de abajo, decía el dictador, no pueden rebelarse y las mujeres, menos. ¿A quién se le ocurriría hoy que en plena década del 50, en medio de uno de los regímenes más sanguinarios que tuvo el Continente, podría haber mujeres que se atrevieran a denunciar las atrocidades de Trujillo e incluso a organizarse para luchar contra él? Inimaginable. La valentía atemoriza a los dictadores y el mensaje debía ser muy claro. Las Mariposas tenían que morir.
Y es que la situación para la mujer nunca ha sido fácil. Durante siglos estuvo recluida entre cuatro paredes, confinada a las labores del hogar, la crianza y el cuidado. Hoy, el tránsito hacia el mercado laboral está siendo especialmente violento.
Durante el siglo XIX, tanto en la Europa industrial como en Estados Unidos e incluso en los países coloniales, las mujeres y los niños que empezaban a vincularse al trabajo agrícola e industrial lo hacían en condiciones infrahumanas, muy por debajo de las ya precarias condiciones en que laboraban los hombres: jornadas de 14, 16 y hasta 18 horas, salarios extremadamente bajos y extremas condiciones de insalubridad.
Pero durante todos estos años ha habido luchas y levantamientos. Miles y miles de mujeres, como las hermanas Mirabal y como Manuela Beltrán se han atrevido a romper edictos, a alzar la voz, a dar grandes batallas dentro y fuera de las fábricas, de los campos, de las aulas, y han logrado grandes triunfos para nuestro género, reivindicaciones que hoy el neoliberalismo se empeña en conculcar por todo el orbe.
En Colombia, Santos está fraguando una Reforma Tributaria violentísima contra las mujeres. En un país donde la brecha salarial entre hombres y mujeres es del 20%, donde más del 30% de los hogares tienen madres cabeza de familia y donde el desempleo femenino supera el 13% —más del 21 % entre las mujeres jóvenes— y donde la mayor parte del trabajo es informal, las medidas que proponen Santos y sus ministros son de esas que en vez de curar la enfermedad terminan de matar al enfermo.
Natalia Moreno, investigadora de la Red Justicia y Género, afirma que subir la tarifa general del IVA del 16% al 19% impactará fuertemente el bolsillo de las mujeres porque: caerá con mayor fuerza sobre los hogares pobres con jefatura femenina; debido a la brecha salarial del 20% entre hombres y mujeres, disminuirá aún más el ingreso femenino; encarecerá artículos tales como toallas higiénicas y tampones, que hoy tributan a la tarifa plena y aportan al fisco 200 mil millones de pesos al año, como si fueran artículos de lujo; aumentará el precio de las mercancías etiquetadas para mujeres (rosadas), ya con sobreprecio en comparación con las demás (cuchillas, champús, talcos) y subirá el costo de la industria cosmética, una de las que generan más ganancias en el mercado, dirigida particularmente al sexo femenino.
Además, la disminución de rango para grabar los salarios desde 2.400.000 recae sobre miles de mujeres, e impuestos como el monotributo golpean especialmente a las madres cabeza de familia que tienen una peluquería o una miscelánea.
El 25 de noviembre de 1960 pasó a la historia. Tres valerosas mujeres murieron porque se atrevieron a protestar exigiendo garantías para todos, mujeres y hombres. Como ellas, somos miles de mujeres que hoy tenemos la responsabilidad histórica de luchar con empeño contra gobiernos que como el de Santos ejercen violencia contra la mujer.
Nuestro mayor triunfo actual será tumbar la Reforma Tributaria.
Jorge Robledo explicó: “lo que estamos demandando es que se elimine el impuesto porque es discriminatorio y calculado contra las mujeres, quienes deben pagar 100 mil millones de pesos al año por este”.
El machismo se sostiene porque es un arraigado fenómeno cultural que se transmite de padres a hijos, incluso sin tener conciencia de sus implicaciones.